Pues sí, el mes pasado “me encontré” con una experiencia educativa inesperada. De un hecho tan insignificante como preparar una actividad de grupo surgió un experimento, un acto pedagógico de grandes magnitudes. Me explico.
Empezábamos el segundo proyecto de este curso, y había que definir los grupos de trabajo; en el primer proyecto había tirado del clásico recurso de la dinámica de turno y que les agrupaba aleatoriamente. Esta vez,sin embargo, no encontraba la forma de elaborar los grupos, así que tuve la idea de dejar que ellos mismos hicieran los grupos. Tal cual les propuse: “sois suficientemente grandes y lo suficientemente maduros y responsables para haceros vosotros los grupos ….”
Os aseguro que durante la siguiente hora y media (que es el tiempo que nos llevó hacerlos) vivimos un momento de una gran carga pedagógica y emocional.
Hicimos retirar todas las mesas y sillas, nos pusimos en círculo, y les anuncié la única condición de que debían tener los grupos: debían ser grupos de cuatro o cinco alumnos y no se podía repetir ningún miembro de los grupos del proyecto anterior . En los posteriores 90 minutos mi tarea se limitó exclusivamente a observarles y darles consejo en caso de solicitarlo.
Y este fue el proceso por el que 25 adolescentes consiguen un objetivo, tan absurdo pero a la vez tan educativo y gratificante, de hacer 6 grupos de trabajo. Un auténticodragón khan de las emociones que yo he dividido en 5 fases:
Observo en muchos de ellos que tienen miedo en decir según qué a los compañeros, y miedo al qué dirán los compañeros de mí. Incluso algún grupo de amigas se enfada, no les ha gustado que entre tres o cuatro hayan llevado la batuta …
Unos proponen una rueda de elegir (como cuando de pequeños hacíamos los equipos de fútbol en el patio) pero supondría establecer preferencias y jerarquías; otros apelan a la suerte, pero se dan cuenta que supondría abandonar el ejercicio de la responsabilidad, y finalmente alguien propone el razonamiento y el consenso como el mecanismo “menos doloroso” y más ecuánime para hacer unos grupos de trabajo.
Irán anotando y construyendo los grupos en la pizarra y todo el mundo dirá lo suyo intentando que ninguno de los grupos quede descompensado (presupongo que en nivel, rendimiento, y capacidad de trabajo) y nadie repita el del anterior proyecto.
Hora y media después parece que ya nadie recuerda los obstáculos. Todo el mundo asiente, nadie se queja. Observo caras de felicidad, de trabajo bien hecho, de victoria, del “sí se puede” o del “todo es posible y todo está por hacer”.
En medio quedan una serie de comentarios positivos y negativos, de reproches y agradecimientos, de propuestas fallidas y exitosas, de sentimientos… que juegan un papel fundamental en la cohesión de grupo y en la educación emocional de los chicos / as.
Si de algo me convence esta y otras experiencias, es que se hace necesario empoderar a los alumnos, se hace necesario cambiar el rol del profesor, se hace necesario que los institutos busquen actividades de aprendizaje en la educación no formal, se hace necesario que nosotros los docentes expliquemos menos y ellos, el alumnado, haga más…. Se hace necesario ….